Este mural, de 500 metros
cuadrados, realizado en pasta templada, se encuentra ubicado actualmente
en el complejo deportivo de Feixa Llarga, subsede olímpica en los Juegos
Olímpicos de Barcelona 92. El proyecto trataba de hacer llegar al espectador
el carácter espiritual, competitivo, deportivo y cultural de los Juegos
Olímpicos.
El proceso dio lugar a una obra, de tema y dimensiones comprometidas,
cuya unidad se compone a base de fragmentos irregulares, que muestran
el desarrollo histórico del deporte y que expone abiertamente la esencia
y el espíritu del movimiento, conseguido a través de los dinámicos y sólidos
trazos negros en los que quedan encerrados el volumen y el color.
Parecía
imposible que del caos y el barullo de más de 1.000 piezas irregulares de
cerámica, que se iban esparciendo por los alrededores del gran muro de hormigón
según se iban bajando del camión trailer, pudiera al fin componerse aquel
espectacular rompecabezas de vivos colores.
No se trata por entero de
un mural abstracto ni tampoco figurativo, pues a través de sus personajes
el autor nos permite adivinar la evolución del deporte a lo largo de los
siglos. El atleta, transformado en sus líneas más esenciales y tratado con
un gran expresionismo, muestra las coordenadas del deporte olímpico: Fuerza,
marcada en los contrastes de las líneas del dibujo. El esfuerzo, notable
en las secuencias de los movimientos deportivos. Dinamismo, reflejado
en la variedad de formas y ritmos. Y, por último, la juventud puesto que
la obra enmarca el deporte en cuerpos jóvenes.
Sus 150 personajes, espacios
y ambientes permiten adivinar lo que el deporte ha sido y es en la
actualidad. Incluso representa la forma en el que éste
se ha practicado a través de los siglos.
En su evolución, como toda obra
de estas características, pasa por unas etapas
diferentes durante su ejecución que sintetizan y coinciden con el desarrollo
de los Juegos Olímpicos. El esquematismo y la sencillez de las primeras figuras
que podrían compararse con las primeras representaciones gráficas que conocemos,
apoyadas por un tratamiento de la materia claro y limpio, va alterándose y cargando
de simbolismo, hasta llegar a la última parte donde la materia, las formas, el
color y el volumen, están dotados de una mayor perfección y técnica. La transformación,
como hemos dicho, no deja de ser una comparación con la modernización del deporte
desde el principio de los tiempos hasta nuestros días. Es una historia parecida
a cómo en la Historia de la Humanidad los Juegos Olímpicos tienden a su perfeccionamiento,
a medida que adquieren popularidad y carácter profesional.